I hate N.Y
Creo que uno puede darse cuenta de cuando se ha vuelto del todo americano,
creo que es el momento en que puedes andar y beberte el café al mismo tiempo,
sin atragantarte, sin tropezar con seis personas de seis nacionalidades
diferentes que se cruzan contigo mientras ladran,
ladran por amor, por dinero o porque están solos
y solo les queda ladrar.
Cuando es de noche y llueve en n.y city todo tiene sentido,
entiendes porque hay gente yonki de esta ciudad y entiendes que solo te puede
gustar si estas solo
porque es a lo que te empujan los callejones y los supermercados,
con enormes pasillos de cadáveres congelados y dependientas con uñas fantasía.
Y entonces resoplas, en la cola del super, con un pote de crema de cacahuete en
una mano y un pack de cervezas en la otra,
porque te sientes solo,
y nadie es de aquí
y nadie te puede decir donde esta algo parecido a lo que llamamos sentirse como
en casa,
porque no hay casas,
porque solo agujeros donde caerse muerto.
Cuando matan a alguien en los barrios innombrables
cuelgan sus zapatillas en los cables de la luz
para que la gente se acuerde de esa persona.
Yo quiero colgar mi zapatos de tacón
para que los recoja otra que sepa andar en esta ciudad de locos.
Los perros parecen ser los únicos que le han pillado el truco a las luces de
neón
ya no se asustan de los rojos y de los azules que queman las pupilas
ya saben lo que es pedir de mas y lo que es pedir de menos
ya han encontrado el equilibrio entre las enormes montañas de basura
allí, recostados, esperando a que pase la noche
con los ojos medio abiertos
por si les roban las ganas de seguir apatrullando la ciudad al dia siguiente.
Y me acuerdo de ti,
en cada super,
en cada callejón,
en cada par de zapatos colgado,
en cada montaña de basura en la que me siento a descansar
y a tropezar con ese pequeño detalle
que siempre hace que me duela la barriga:
echarte de menos...