Mis horas bajas
Te ríes de mí,
me lo ha dicho el cartero mientras me daba una carta certificada, al pobre le ha sabido mal tener que verme llorando, al final incluso me ha hecho la comida y ha avisado a los vecinos de que no hicieran demasiado ruido y que por favor encendieran las cámaras para vigilarme por si no dormía las horas suficientes.
Si, te ríes de mí,
también lo saben esos niños que juegan en la plaza donde vivo, hoy no me han pasado la pelota para que hablara un rato con ellos, se han quedado quietos y mirándome fijamente me han prometido que de mayores no quieren ser como tu.
Te ríes,
pero no me importa, porque me muero de alegría de pensar que algún día ya no me preocupará saber que existes en otro lugar.
Te ríes,
te ríes sin pensar que a lo mejor todo lo que hago es fruto de todo eso que nunca te has atrevido a decirme, que soy una plumita que sueña con que alguien la coja y la sople para que retome una carretera mejor, y si puede ser, puestos a pedir, una autopista, oscura, que no termine y si termina que sea con un bonito final, con gente esperando con pancartas y gritando que por una vez en la vida he ganado algo, ya se que después todo se resumirá en abrazos y palabras y sé que al final volveré estar en esta habitación escribiendo estupideces y pensando que deseo que el sábado todos los bares de la ciudad se declaren en huelga, simplemente porque a mi no me apetecerá salir, y ya sabes que no hay nadie que mueva el cuerpo clavándose los vértices de las miradas de los demás como yo. Y que el domingo no sea mas que otro día de la semana, que nadie desee reunirse, que todo el mundo sienta apego a sus peores desgracias, ya sea no ser constante sacando la basura o dando besos en la frente a esa persona que se acuesta a su lado y que simplemente empiezan a odiar, que todo el mundo sienta un deseo irrefrenable de doblar bien todas las camisas que hay en el armario, cuidadosamente, primero el cuello luego los brazos y acabar esa triste coreografía doblando el cuerpo y con la cadencia mas triste del mundo devolverla al armario, eso si, como si se tratara de una nueva oportunidad a no ser vencidas por las arrugas de ese oscuro rincón, en el mismo en el que me escondo cuando me dices que estas ocupado, planeando como derribar con piedras todos esos edificios que crees que te tapan el sol en tu habitación, cuando salgo te pregunto si no te has cansado de intentarlo y te encuentro recolectando canciones que todo el mundo sabe que están pasadas de moda, pero a ti te gustan y de golpe estoy en el espejo de mi baño cantando de memoria sus estúpidas letras, mientras oigo que te ríes de mi, mientras oigo que te ríes una y otra vez de mi, de esa pequeña mi, de eso que es lo único que aun parecía pertenecerme…
me lo ha dicho el cartero mientras me daba una carta certificada, al pobre le ha sabido mal tener que verme llorando, al final incluso me ha hecho la comida y ha avisado a los vecinos de que no hicieran demasiado ruido y que por favor encendieran las cámaras para vigilarme por si no dormía las horas suficientes.
Si, te ríes de mí,
también lo saben esos niños que juegan en la plaza donde vivo, hoy no me han pasado la pelota para que hablara un rato con ellos, se han quedado quietos y mirándome fijamente me han prometido que de mayores no quieren ser como tu.
Te ríes,
pero no me importa, porque me muero de alegría de pensar que algún día ya no me preocupará saber que existes en otro lugar.
Te ríes,
te ríes sin pensar que a lo mejor todo lo que hago es fruto de todo eso que nunca te has atrevido a decirme, que soy una plumita que sueña con que alguien la coja y la sople para que retome una carretera mejor, y si puede ser, puestos a pedir, una autopista, oscura, que no termine y si termina que sea con un bonito final, con gente esperando con pancartas y gritando que por una vez en la vida he ganado algo, ya se que después todo se resumirá en abrazos y palabras y sé que al final volveré estar en esta habitación escribiendo estupideces y pensando que deseo que el sábado todos los bares de la ciudad se declaren en huelga, simplemente porque a mi no me apetecerá salir, y ya sabes que no hay nadie que mueva el cuerpo clavándose los vértices de las miradas de los demás como yo. Y que el domingo no sea mas que otro día de la semana, que nadie desee reunirse, que todo el mundo sienta apego a sus peores desgracias, ya sea no ser constante sacando la basura o dando besos en la frente a esa persona que se acuesta a su lado y que simplemente empiezan a odiar, que todo el mundo sienta un deseo irrefrenable de doblar bien todas las camisas que hay en el armario, cuidadosamente, primero el cuello luego los brazos y acabar esa triste coreografía doblando el cuerpo y con la cadencia mas triste del mundo devolverla al armario, eso si, como si se tratara de una nueva oportunidad a no ser vencidas por las arrugas de ese oscuro rincón, en el mismo en el que me escondo cuando me dices que estas ocupado, planeando como derribar con piedras todos esos edificios que crees que te tapan el sol en tu habitación, cuando salgo te pregunto si no te has cansado de intentarlo y te encuentro recolectando canciones que todo el mundo sabe que están pasadas de moda, pero a ti te gustan y de golpe estoy en el espejo de mi baño cantando de memoria sus estúpidas letras, mientras oigo que te ríes de mi, mientras oigo que te ríes una y otra vez de mi, de esa pequeña mi, de eso que es lo único que aun parecía pertenecerme…
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